Sunday, October 02, 2005

Ironías

Otro cliché es que la vida es irónica. Lo han dicho desde filósofos hasta Alanis Morrisette. No voy a ser yo quien lo niegue, especialmente desde los sucesos de los últimos días, tanto dentro como fuera de mi cabeza.

Esto va a requerir un poco de memoria, así que cojan palco, por favor.

Desde niño siempre he querido emigrar, viajar por tierras exóticas y lejanas, sentir un invierno en mi cuerpo, no preocuparme porque los policías me jodan ni, por si regreso vivo a mi casa. Vivir tranquilo, sabiendo que los hospitales funcionan, sentir que estoy en una sociedad pacífica e igualitaria. En fin, todas esas fruslerías que no existen donde vivo ni aunque tengas todo el dinero del mundo. Muy desde niño ya recuerdo pensar con las cumbres nevadas de montañas desde que tengo uso de razón, y nombres exóticos como India, Bolivia y Francia me hacían soñar (nada cercano a la realidad, por cierto). Aprendí todos los idiomas que pude durante mi adolescencia (por desgracia, no fueron muchos), preparándome para el gran día. Estudié una carrera de ciencias pensando en optar a una beca en el exterior cuando me graduase. Estoy haciendo una especialización opcional, de un año de duración, para aumentar mis capacidades en matemáticas y mi preparación, para ser más elegible para una beca. Y, ahora, señores, estoy pensando muy seriamente en quedarme. Aquí hay oportunidades que no existen ya en el mundo desarrollado, donde mucho ya está hecho (Y lo que falta por hacer requiere mucho capital y pasar por filtros burocráticos terribles), oportunidades de hacerse obscenamente rico mientras se crea empleo calificado, se ayuda a quien lo necesita y se disminuye la dependencia del norte. Todos ganamos con lo que falta por hacer aquí.

Me gustaría que esa hubiese sido toda la ironía. Pero no. Nada que ver. Justo ahora que estoy pensando en no irme, en atar mi juventud a este pedazo de tierra a cambio de pastos más verdes en el futuro, justo ahora surge un factor que me dice: ¡HUYE!. La reciente política gubernamental de expropiaciones ilegales ordenadas por el funcionario de turno que amanezca con la autoestima por el piso y se crea Robin Hood para compensarlo, me da pánico de sólo pensar en sus consecuencias. Ya no son sólo fincas o tierras, ahora son fábricas operativas. Ya no es sólo el director del Instituto de Tierras, ahora son los gobernadores (¿Dónde carajo se dice que los gobernadores tiene autoridad para este tipo de cosas?), mañana los alcaldes y cualquier funcionario cabrón que te tenga envidia. Sin averiguaciones, sin juicio, a la fuerza e intimidando. Sin más autoridad que la que da el poder. Para colmo se prevee “redefinir” el concepto de propiedad privada mediante una reforma constitucional, para supeditarlo al “bien común”. Si al final a la Asamblea habrá que llamarla Humpty Dumpty.

Cuando yo uso una palabra --insistió Humpty Dumpty con un tono de voz más bien desdeñoso-- quiere decir lo que yo quiero que diga..., ni más ni menos.
--La cuestión --insistió Alicia-- es si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.
--La cuestión --zanjó Humpty Dumpty-- es saber quién es el que manda..., eso es todo.
Lewis Carroll, A través del Espejo.


Y a callar, que Papá Gobierno ha hablado. Eso no es tuyo porque yo digo que no es tuyo. Yo poseo todo y te permito tener ciertos derechos, pero no te pases de la raya porque te los quito. Ese parece ser el mensaje.

Y mientras tanto los Verdaderos Revolucionarios medran a la sombra de jugosos contratos, comprando propiedades a granel. Como nuestro Presidente dijo que ser rico es malo, entonces ellos, heroicamente se sacrifican para que la diabólica Riqueza no pueda llegar al pueblo, absorbiéndola ellos en el proceso. Como tienen Inmunidad Revolucionaria y han sido electos por las nebulosas fuerzas de la Historia y por el Pueblo, se les debe perdonar, pues trabajan duramente para llevarnos al paraíso terreno del Socialismo del Siglo XXI (maldita sea que el modelo sea Cuba y no Noruega).

Cuando ya había hecho las paces con mis instintos nómadas, cuando había pensado en hacer de tripas corazón y cortar mis alas por un tiempo (¿Consistirá la madurez en tragar grueso y dejar atrás los sueños de toda tu vida? Espero que no. No he renunciado a mis sueños, los he pospuesto.), viene esta situación y me jode el panorama. No creo que esté dispuesto a joderme, a partirme el lomo durante años para que llegue el gobierno y me diga que mis instalaciones son de utilidad pública, que tengo el monopolio de lo que pienso fabricar (obviamente) y que tomará lo que tengo. En realidad no lo estoy. Ya esto va demasiado lejos y todos seguimos igual de jodidos. Los hospitales sin insumos, la calidad de la educación pública bajando en picada y las calles igual de inseguras. Más mendigos cada día, más niños vagando y pidiendo en las esquinas. Si al menos esto mejorara sería capaz de tratar de entender si el sacrificio vale la pena, pero aquí no hay sacrificio, aquí lo que existe es robo.

Así que tocará emigrar al sur o no muy al norte. Al menos para probar. Para intentarlo y mejorar un poco mis alrededores, a ayudar al tercer mundo a dejar de serlo.

No sé si volveré. Puede que el resto de mi vida sea como aquella novela de Heinlein, un Forastero en Tierra Extraña. Sin embargo, para mí esta tierra ya es extraña.
Los nómadas en ningún sitio nos sentimos en casa por mucho tiempo, menos aún cuando la fauna local es hostil.