Wednesday, December 21, 2005
Señor, Ten Piedad De nosotros. O, de minorías, corderos, rumba y religión.
La democracia son dos lobos y un cordero votando sobre que se
va a comer.
Benjamin Franklin
Quizás lo peor de la democracia es lo fácil que se convierte en la dictadura de las mayorías. Es el caso del edificio donde tiene la desgracia de vivir mi madre. Un complejo enorme, de 16 pisos, tres torres y cuatro apartamentos por piso. Allí se pasó una carta para joderle la vida a los demás con el pretexto de la religión, es decir una carta pidiendo permiso para celebrar una “misa de aguinaldo”.
Ahora nos adentraremos en las fascinantes entrañas de la cultura popular venezolana para explicar qué carrizo (venezolanismo equivalente a carajo) es una Misa de Aguinaldo. (Música de ambientación, por favor, si es posible el tema de “El Túnel del Tiempo” o “Perdidos en el Espacio”). No soy estudioso del Folklore y escribo con el prejuicio en la mente, lo reconozco. Son casi las seis de la mañana, no he tomado café, me acosté tarde y estoy despierto desde las 3:45 gracias a mis queridos vecinos, por lo que obviamente mi definición no será la más imparcial, queda a la discreción del lector el buscar una definición más exacta (O más acorde a lo que ellos dicen que es...). Una misa de aguinaldo es una misa que forma parte de un conjunto de misas celebradas desde 9 días antes de nochebuena hasta nochebuena. Dichas misas comienzan a las cinco de la mañana y son la única ocasión en que los niños tienen ganas de pararse muy temprano de mañana. Generalmente vienen acompañadas de patinatas (Grupos de personas patinando en las calles). En realidad son la excusa de niños que aún son muy jóvenes para salir de noche y de borrachos perdidos y falsos piadosos para salir de madrugada y joder el sueño de los demás con impunidad y ausencia de censura social.
En el edificio de mi madre supuestamente pidieron firmas para realizar la misa de aguinaldo. Y como supuestamente la mayoría de la gente dijo que sí, ahora hay que joder a todos, hasta a los que dijeron que no. Desde las tres y algo de la madrugada música a todo volumen, luego la misa, donde el cabrón del cura dice “viva la Iglesia Católica” y “Viva la juventud”, para luego pasar a su sermón, sermón que desde la ventana observo que poca gente atiende. Están muy ocupados bebiendo como para escuchar misa. Pero, como esta noche están legitimados por la religión y el cura es su alcahuete, pueden hacer lo que les de la gana. Lo más extraño de todo es que entre los que atienden al sermón y los que beben no están ni el diez por ciento de los que viven aquí. Extraña democracia.
Aquí por lo menos piden permiso. Donde vivíamos antes escuchábamos el estruendo de una iglesia que quedaba a ocho cuadras. Pobres los vecinos de la iglesia. Lo peor es que Diciembre es un mes bastante pesado para quienes son comerciantes o somos familiares de comerciantes. Cada día hay demasiada gente y uno llega vuelto polvo a casa, esperando descansar. Y los hijos de puta parásitos que están en esas misas, como no tienen nada qué hacer, no trabajan, o están de vacaciones les importa un culo el irse a la cama a las ocho de la mañana. Y mi pobre madre (Aunque se lo merece, pues ella dice que sólo es una vez al año y lo justifica), ha de no dormir esta noche y pararse temprano a ir a su tienda. Y mis vecinos chinos, que de cristianos no tienen un pelo, han de irse al supermercado exhaustos porque a la Santa Madre Iglesia le ha dado por acoger borrachos, drogadictos, vividores y delincuentes, perdón, quise decir hijos pródigos, bajo su falda y celebrar una misa donde se habla mucho de la navidad y del amor del Señor, pero se dice poco de la hipocresía y del respeto a los derechos más básicos de los demás. No soy cristiano, pero viendo esto me acordé de Cristo y los mercaderes del templo. Habrá que buscar el versículo donde dice que las misas han de hacerse con amplificadores.
Ya lo sabemos. Está bien beber alcohol con la excusa de ir a misa pero no el usar preservativo. Está bien joderle una noche de sueño y un día de trabajo a la gente (a mucha gente), lo que no está bien es morirse cuando a uno le plazca, así no tenga cura. Yo pensaba que el egoísmo era algo execrable, pero parece que a la hora de escuchar misa eso no se vale. O quizás a la hora del sueño, como en la masacre de San Bartolomé, Dios reconocerá a los suyos. En todo caso la Iglesia demuestra que no ha cambiado en lo esencial, aún fomenta que los católicos pasen encima de los demás, de un modo u otro.
Así pues, las instituciones de la Democracia y la Iglesia se han aliado una vez más para jodernos la vida, para mostrarnos que millones de moscas no se equivocan al comer mierda y por lo tanto quieras o no tú tienes que comer mierda. ¿Que eres minoritario y no quieres comer mierda? Cométela con lo que te plazca y patalea cuanto quieras, pero de que la tragas, la tragas. Como siempre, a la Iglesia no le importan los derechos de los no católicos y se impone ante nosotros, que por no ser hijos de dios seremos ciudadanos de segunda. Pero lo que no la podemos llamar es estúpida. El día en que el trabajo sea un valor aceptado en esta sociedad de parásitos y el día en que comience a ser mayoritariamente mal visto el andar de juerga evitando que la gente que en verdad trabaja duerma, veremos como ese día la Iglesia condena las misas de aguinaldo, o por lo menos baja el perfil de ellas. Ese día y no antes, señores, porque lo que importa es meter corderos al rebaño, ya sea al ritmo del salmo, del reggaetón, de la marcha nupcial o de una nana para dormir. Lo que sea que esté de moda y no vaya contra la “vida”. En todo caso, si la Iglesia se termina de caer mientras yo viva, en ese momento sonará para mí aquella canción de Green Day que dice “Ha, Ha, You’re dead”:
“Ha, Ha You`re dead
And I’m so happy
You were an asshole
And now you`re gone
As your ship is going down
I’ll stand by and watch you drown”
Lo peor es que al final, Iglesia o no Iglesia se seguirá jodiendo al prójimo. Pero si no se reviste de respetabilidad religiosa, algo se gana.
Mutatis Mutandis
Cambiando lo que necesita ser cambiado. O al menos eso me dijeron que significa (Gracias, Ro).
Esta entrada en el Blog no es acerca de la ira, cosa rara. Es de explicaciones.
No actualicé el Blog en los últimos meses debido a un cierto número de experiencias que me han cambiado la vida. La cosa es que tiempo había, pero no mucho. Por lo que escribí varias entradas, entradas que nunca llegué a colgar pero que esperan en mi casa en Mérida, acechando el colarse a la red. Cosas de no tener una portátil (Pronto, pronto).
Lo que cambió mi vida puede llamarse un cambio temporal de aires. Un viaje al Primer Mundo, un recorrido por una provincia del Imperio. He madurado mucho gracias a la experiencia, conocido lo que no pensé en conocer en un futuro cercano. Todas las cosas por las que pasé para conseguir el viaje me han hecho un poco distinto. Algunas de ellas tan frustrantes que merecieron su entrada y serán colgadas próximamente. Entre ellas la ineficacia burocrática de algunas oficinas, lo cómodo de algunos funcionarios públicos y el borreguismo cerril de gran parte de la población venezolana.
Me he dado cuenta de que la llama quema menos, pero no se ha atenuado. Con toda seguridad sería capaz de escribir “
Aunque esté sereno, con el sueño de una vida cumplido, con más sueños floreciendo y con la vida cambiada para mejor, la llama sigue quemando. Incluso aunque el día sea gris y la mañana fría (Prefiero los días grises y fríos, ya el sol lo conozco demasiado bien), incluso aunque me vaya mejor de lo que nunca soñé, incluso aunque la felicidad sea duradera, incluso entonces la llama sigue quemando. Por más endorfinas que lleve en la sangre no puedo cerrar los ojos ante el torrente de mierda que hay que tragar cada día, ante lo mala que está la situación y ante toda la miseria y el sufrimiento que me rodea. No puedo abstraerme ante la grosería, la mala educación, la ignorancia y la prepotencia de este cálido y amable pueblo de Venezuela. No puedo dejar de autoinflingirme puñaladas y de infligírselas a los demás. Y aún así soy feliz. Con el motivo de mi ira tres pisos más abajo, la milenaria institución llamada Iglesia Católica, jodiéndole la vida a todo mundo, para variar. Dicen que lo material no da la felicidad. Pero yo, escuchando Depeche Mode y Green Day en mi reproductor de MP3 a todo volumen, eliminando el ruido de una maldita misa a las cinco de la mañana y de fiesta desde las doce, me considero bastante feliz. O al menos inmune al ruido. El cabreo es eterno.
El asunto es que hay cosas que deben cambiar y otras que no. Espero estar empezando a cambiar en la dirección que deseo, dejando bastante igual lo que no es necesario ni deseable cambiar. Mi sentido de la indignación espero se quede cómo está, pase lo que pase. Sin duda soy joven aún y muy defectuoso. Espero irme corrigiendo en el camino a la madurez. Pero hay cosas que no deben cambiar (mucho). Por ello, Mutatis Mutandis.