

Perdonen, lectores, la imagen tan gráfica de menores de edad colgados por ser homosexuales. Pero quiero dejar en claro que este no es un post fruto de un odio ciego y visceral. No es fruto de ser lacayo del Imperio. Es fruto de una ira lúcida y punzante, es fruto de la empatía por millones de seres condenados al oprobio, es fruto del asco que me da a veces pertenecer a la misma especie a la que pertenece este engendro y otros de similar calaña.
Una cuestión que me ronda la cabeza es si los viajes de Ahmadinejad por estas tierras del pecado y la lujuria, en fin, por estas tierras infieles de Shaitán, donde se bebe alcohol, se consume puerco, donde los inexistentes en Irán hacen de las suyas por las calles y donde, horror de horrores, las mujeres andan con los hombros descubiertos, los cabellos al aire y en ropas reveladoras, se deben a algo más que motivos geoestratégicos. Mi turbia mente se pregunta si no habrá motivos más oscuros en la visita del monstruo a esta fábrica de bellezas plásticas llamada Venezuela.
Una de las excusas por las cuales las mujeres deben cubrirse la cabeza y ocultar sus formas es debido a la posibilidad de excitar sexualmente a los hombres. El ocultamiento de la feminidad es por consiguiente una protección contra la lujuria salvaje y desaforada del macho de Homo sapiens. Siendo esto así, me pregunto si uno de los placeres secretos del Dr. Ahmadinejad no será el observar las sedosas y tiernas pantorrillas de las infieles mujeres de los países infernales e impuros que visita. Me pregunto si la barba y el resto de la pilosidad corporal del Dr. Ahmadinejad se eriza cuando estas huríes occidentales le pasan a un lado o le miran desde una silla con las piernas cruzadas. Me pregunto si sus niveles de testosterona aumentan y respira más superficialmente, cual quinceañero viendo una película pornográfica. Después de todo eĺ también suscribe la creencia de que los hombres somos poco menos que gorilas en celo dispuestos a violar a cualquier cosa del sexo opuesto que se nos ponga por delante sin ir cubierta. Al menos él y las feministas más radicales ya tienen un punto en común. En resumen, me pregunto si el Dr. Ahmadinejad tiene sueños húmedos cuando viene de visita a este infernal trópico ante la vista de tanta carne infiel. Una pena que el Dr. Bollinger no le hizo esta pregunta tan simple y a la vez tan reveladora. Pero quizás me falte sutileza, supongo que sólo soy un bárbaro occidental que no se excita viendo tobillos.
Les dejo acá una viñeta del hermosísimo y valiente cómic Persépolis que ilustra perfectamente lo que podría estar pasando aquí.
